Esta semana los artistas más jóvenes de mi taller se enfrentaron a una de las prácticas más complicadas, dibujar del natural.
Al ir entrando, observaban con extrañeza los diversos objetos que había preparado a lo largo del centro de la mesa: frascos con flores, esculturas de escayola, muñecos de trapo, maniquíes de dibujo… Y cuando les aclaré el objeto de aquel montaje, se escuchó alguna divertida queja, algún resoplido, y vi unas cuantas cejas arqueadas de asombro.
Y como la mejor forma de empezar es empezando, se pusieron manos a la obra. Las caras de incredulidad se convirtieron en caras de concentración y esfuerzo por identificar formas, brillos, sombras, volúmenes, huecos… y llevarlos al papel. Y pronto, viendo que el resultado comenzaba a parecerles satisfactorio, fueron completando sus obras con confianza y seguridad.
Aquí os dejo una publicación de Instagram con algunas fotos de la sesión: https://www.instagram.com/p/Cs117UoMKL4/
Por mi parte, cada día más orgullosa de estos pequeños artistas.