Hoy la oferta visual es estereoscópica, inmersiva y en ultra alta definición. Yo, en cambio, callo, templo, pauso… y con lo que omito, aspiro a que el tibio filo de la complicidad alcance el alma de quién observa mi obra, buscando en su interior lo que se quedó en el mío.
Cuando la necesidad de expresarse de un artista y el placer de la percepción visual de un espectador se encuentran levemente en inadvertida complicidad, una obra de arte se consuma.
Mis obras no están dirigidas a quienes fingen entender de arte o escandalizarse ante pueriles provocaciones, ni a quienes idolatran a artistas con pies de barro y pico de oro.
Mi trabajo es para los que viajasteis y descubristeis que moran deidades en primitivas tallas de tosca madera o en rudos pórticos de granito; es para los que alguna vez perdisteis y os refugiasteis en ensoñaciones de lo que pudo haber sido y ya nunca será; es para quienes alguna vez lacrasteis con un beso sabor a ron palabras que nunca pronunciasteis; es para los que vivisteis, sentisteis, soñasteis… para los que sois como yo.
En mis obras no represento personas concretas, sino esencia humana universal y atemporal. Almas, que con su lenguaje corporal, evocan historias íntimas, ocultas en cada uno de nosotros. En ellas muestro sólo lo necesario para acariciar esa fibra interior que, casi inconscientemente, os lleve a completarlas con los sentimientos y estados de ánimo escondidos tras vuestras propias experiencias y recuerdos.